Son de Río Grande y exportaron antes de establecerse en el mercado argentino. «El proyecto pasó de ser un hobby a ser un emprendimiento con una rapidez inusual», destaca Carlos Gitlin, ingeniero Industrial que junto a Claudina Vuillerment, licenciada en Higiene y Salud Ocupacional, fundó Chinoa: una fábrica de chocolate que lleva sus «historias del fin del mundo» hasta Hong Kong y Estados Unidos.
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