Llegar a Ushuaia significó para Paloma Fortunato mucho más que un cambio geográfico. Porteña de nacimiento y fueguina por adopción deportiva, hoy vive con entusiasmo su reinserción en el básquet, una disciplina que la cautivó hace ya varios años y que, en su caso, encontró un sentido especial desde el arbitraje.
Río Grande.- Con una calidez que refleja su vocación por la enseñanza y su pasión por el deporte, Paloma recuerda que su relación con el básquet no fue inmediata ni heredada: “Conocí el básquet por un amigo, ya de grande, a los 19 años. Empecé jugando, me gustó mucho, y después surgió la posibilidad de arbitrar. Estaba estudiando educación física, me invitaban a orientar a los más chicos y me ofrecieron capacitarme. Así fue como descubrí un nuevo rol dentro de este mundo tan apasionante”.
A partir de esa invitación, realizó una capacitación en la Liga de Esteban Echeverría, en la provincia de Buenos Aires, y desde entonces su vida deportiva se transformó. Si bien en un principio alternaba los entrenamientos con el silbato, el arbitraje fue ganando espacio hasta convertirse en una auténtica vocación. “Me encantaba dirigir formativas -explica-, porque combinaba mi pasión por el deporte con mi vocación docente. Sentía que cada partido era una clase distinta, que podía transmitir valores, acompañar procesos y, sobre todo, aprender”.
El arbitraje como docencia, aprendizaje y justicia
La mirada de Paloma sobre el arbitraje es profundamente humana y pedagógica. “Ser árbitro no es solo hacer cumplir reglas, es enseñar con el ejemplo, con el respeto, con la calma. En la cancha uno también aprende. Aprendés a escuchar, a leer el juego, a entender los tiempos de los demás. Me gusta pensar que traigo un poco de justicia al juego, pero también me lo enseña a mí”.
Ese vínculo entre el deporte y la educación física, entre el rigor técnico y la empatía, fue lo que la llevó a sostener el arbitraje incluso cuando dejó de jugar de manera regular. “Dejé de competir un tiempo, pero seguí arbitrando. Me apasiona el entorno del básquet, su cultura, la comunidad que se forma. Es una gran familia donde todos -jugadores, entrenadores, árbitros, oficiales de mesa- somos parte de un mismo equipo”, aseguró.
Una cultura que se respeta y se comparte
Paloma destaca algo que para muchos árbitros representa un sello distintivo del básquet: el respeto. “Creo que el básquet tiene una cultura muy particular. Se respeta mucho al árbitro, y eso se nota desde las categorías iniciales. Es un deporte que te enseña disciplina, trabajo en equipo y compromiso. No solo es juego: es educación, es comunidad, es una forma de vida”.
Desde su experiencia en ligas bonaerenses, sabe que el arbitraje requiere entrega total. “Yo me pasaba los fines de semana enteros en una cancha. No comía los asados de domingo con mi familia porque estaba dirigiendo. Pero cuando ves el esfuerzo de los chicos, a los padres con el mate alentando, a los entrenadores que se quedan después de los partidos, entendés que el básquet es un mundo hermoso. Es una cultura que se transmite, y los árbitros también somos parte de eso”.
El llegar al sur fue reencontrarse con el básquet y con uno mismo
Después de algunos años sin dirigir, la vida la llevó a Ushuaia, donde volvió a conectar con esa pasión. “Una amiga con la que jugaba en Buenos Aires me contactó y me invitó a entrenar. Volví a jugar después de la pandemia, y en uno de los partidos me encontré mirando más al árbitro que al aro. Le pedí si podía hacerle una consulta, y terminé preguntando cómo podía volver a arbitrar. Me di cuenta de que lo extrañaba. Me llama, me convoca desde adentro”, confiesa emocionada.
Desde ese momento, Paloma empezó a involucrarse con la comunidad arbitral fueguina, observando con admiración el trabajo que se viene desarrollando. “Llevo apenas unas semanas acá, pero ya veo que hay muchas ganas, mucho empuje. Me sentí súper bienvenida. Me ayudaron con todo, me invitaron a venir a Río Grande, y eso para mí fue muy significativo. Me encontré con una comunidad que quiere crecer, que está construyendo algo sólido”.
Tierra del Fuego: una federación en crecimiento
El básquet fueguino atraviesa una etapa de consolidación y expansión institucional. En los últimos años, la Federación de Básquet de Tierra del Fuego ha impulsado el fortalecimiento del arbitraje, la formación de nuevos jueces y la profesionalización del deporte en toda la provincia. En ese contexto, la llegada de Paloma Fortunato representa un aporte valioso, tanto por su experiencia como por su vocación formadora.
“Me contaron que el básquet acá está creciendo mucho -explica-. En Ushuaia hay pocos clubes todavía, pero se están formando más. En Río Grande hay mayor desarrollo, más competencia, y eso también demanda más árbitros capacitados. Lo importante es que hay gente con ganas, con ideas y con proyectos. Veo un grupo con vocación, con apertura, que quiere aprender y mejorar. Eso es fundamental”.
Durante sus primeras semanas en la provincia, ya tuvo la oportunidad de dirigir partidos junto a Griselda, una de las máximas referentes del arbitraje fueguino -presidenta de la Federación de Básquet de Tierra del Fuego-, y participar de reuniones con colegas. “Lo que más me sorprendió fue la disposición. Yo comentaba algunas ideas de cómo se trabajaba en Buenos Aires, sobre capacitaciones, reuniones o análisis de jugadas, y enseguida me decían ‘sí, hagámoslo’. Hay un entusiasmo enorme. Las manos para avanzar están. Solo falta seguir sumando gente”, relató.
Sembrar el futuro: la importancia de formar nuevos árbitros
Desde su mirada, el desarrollo del básquet en Tierra del Fuego depende en buena parte de fortalecer la base arbitral. “Los árbitros también somos formadores. Por eso es importante que se sumen más personas, que los clubes incentiven a sus jugadores, jugadoras o incluso a los padres que se interesen en aprender. Cuantos más seamos, más oportunidades habrá de crecer y de mejorar la calidad del juego”, explicó.
Para Paloma, la capacitación constante y el trabajo en equipo son las claves. “Podés tener cinco árbitros muy buenos, pero si tres no pueden ir a un partido, estás limitado. En cambio, si tenés quince personas interesadas, diez pueden participar, otros pueden observar, estudiar, analizar videos. Lo importante es crear comunidad, generar espacios de encuentro, de diálogo, de aprendizaje compartido. Eso es lo que hace crecer al arbitraje y al deporte”.
Un compromiso personal y una oportunidad colectiva
Aunque recién comienza su etapa en el sur, Paloma ya se siente parte de este proceso. “Para mí es una situación ‘ganar-ganar’. Ellos necesitan árbitros, y yo necesitaba volver a arbitrar. Me hace feliz estar acá, poder aportar lo que sé, pero también seguir aprendiendo. Me gustaría capacitar, acompañar, sumar experiencia, porque el día de mañana esto puede ser mi futuro también. Y hacerlo en un lugar donde me recibieron con tanta calidez es un privilegio”.
El entusiasmo que transmite es contagioso. Habla con respeto de sus colegas, de los jugadores y entrenadores, y sobre todo de la Federación, que -según dice- “está dando pasos firmes para profesionalizar el básquet fueguino”. Reconoce que todavía hay desafíos por delante, pero confía en que el camino emprendido es el correcto: “Se nota que hay ganas, que hay gestión, que hay pasión. Eso vale mucho. Y mientras más gente se sume, más fuerte será el básquet en la provincia”.
Una lección que trasciende la cancha
Al final de la charla, Paloma se emociona al hablar de lo que el básquet le enseñó. “El arbitraje me dio muchas cosas. Me enseñó a tener paciencia, a trabajar en equipo, a respetar las diferencias, a escuchar. Aprendí que el deporte puede ser un espacio de encuentro, de contención, de crecimiento personal. No es solo una competencia, es una forma de construir comunidad”.
Sus palabras resumen la esencia de lo que representa el deporte cuando se vive con pasión, entrega y respeto. En Paloma Fortunato confluyen el conocimiento técnico, la sensibilidad humana y el compromiso institucional. Su historia refleja, además, el espíritu del básquet fueguino: un movimiento que crece con esfuerzo, inclusión y amor por lo que se hace.

