En cada encuentro que se disputa en el polideportivo Carlos Margalot, el eco de las voces, los aplausos y las risas trae consigo una presencia inconfundible. Está en los bancos, en las tribunas y en cada pelota que rueda. María Saldivia, pionera, soñadora y madre del fútbol femenino en Río Grande, sigue estando allí, aunque ya no físicamente. Su legado late con fuerza en la Asociación Civil, Deportiva y Cultural, y en cada jugadora que salta a la cancha con la convicción de que el deporte también puede ser un espacio de crecimiento, de inclusión y de amor colectivo.
Río Grande.- Benito Barrionuevo, actual presidente de la Asociación, no duda en reconocer que todo lo que hoy existe -las categorías, el orden institucional, la participación masiva y la continuidad del torneo anual- nació del impulso de María. “Después de su fallecimiento, nos costó muchísimo seguir. Sentíamos que nos faltaba algo, que nos faltaba alguien. Pero también sabíamos que ella tenía proyectos que merecían hacerse realidad. Y seguimos adelante por ella”, confiesa con emoción contenida.
La historia del fútbol femenino de Río Grande tiene el rostro de esas mujeres que se animaron a jugar cuando nadie creía que el deporte podía tener nombre de mujer. Pero también tiene nombres como el de María Saldivia, que creyó, impulsó y sostuvo una estructura que hoy alberga a decenas de equipos y a cientos de jugadoras.
Una asociación con raíces profundas
La Asociación Civil, Deportiva y Cultural de Río Grande nació con un propósito claro: darle identidad y contención a un fútbol femenino que crecía sin techo. Desde aquellos primeros encuentros improvisados hasta la actual organización con divisiones, fixture y un calendario que abarca casi todo el año, la evolución ha sido constante.
El Torneo Clausura 2025 es la expresión más reciente de ese crecimiento. Dieciocho equipos compiten, divididos entre las zonas “A” y “B”, con un nivel parejo y un entusiasmo que trasciende el resultado. “El sistema que implementamos busca la igualdad deportiva -explica Barrionuevo-. Hoy los partidos son competitivos, intensos, y cada fin de semana las chicas demuestran cuánto han crecido. Son fechas clave, y los últimos cuatro equipos pasarán a las finales. Eso habla del nivel que alcanzamos y de la pasión con la que se juega”.
Pero más allá del resultado, lo que distingue a esta competencia es el espíritu que la impulsa: integración, respeto, compañerismo y memoria. Porque cada vez que un nuevo club se suma, o una de las históricas vuelve a participar, se renueva el sentimiento de pertenencia. “Es muy gratificante ver a las chicas que regresan después de años. Para nosotros no son solo jugadoras, son parte de la familia. Han pasado tantas generaciones que ya tenemos un lazo afectivo, casi paternal con muchas de ellas”, agrega Benito, con orgullo.
La emoción del reencuentro
Volver a ver a jugadoras que fueron protagonistas de los primeros torneos es, para muchos, como revivir una historia que nunca terminó. Las veteranas, las que alguna vez formaron parte de los equipos fundadores, regresan a su casa deportiva, y lo hacen con la misma alegría de siempre. Es que el fútbol femenino de Río Grande no solo ha sido un espacio de competencia, sino también de afecto y comunidad.
En ese sentido, Benito lo resume con una frase que atraviesa toda la nota: “Ellas me dicen que soy como un papá postizo, y eso no tiene precio. Es la muestra de que más allá de los trofeos, lo que construimos fue una familia”.
El reencuentro con las jugadoras históricas también sirve como recordatorio de la lucha que hubo que dar para que el fútbol femenino tuviera un espacio propio, reconocido y sostenido. No fue sencillo. Las dificultades económicas, la falta de espacios y, más tarde, el golpe de la pandemia pusieron a prueba la fortaleza de la institución. Pero el trabajo conjunto, la convicción y el cariño por lo que María había iniciado, permitieron que el proyecto siguiera vivo.
Las nuevas generaciones y la proyección nacional
Hoy, la Asociación vive un momento de madurez deportiva. A la base de jugadoras experimentadas se suman cada año nuevas generaciones que llegan con entusiasmo y talento. Son chicas que crecieron viendo a sus madres o hermanas jugar, que se formaron en un ambiente donde el fútbol femenino ya no es excepción, sino una elección natural.
Esa renovación ha dado un nuevo equilibrio al torneo, haciendo los partidos más dinámicos y parejos. Pero también abre una ilusión mayor: la de volver a representar a Río Grande en el plano nacional. “Queremos volver a la competencia nacional -anticipó Barrionuevo-. Es un objetivo que tenemos desde hace tiempo. La pandemia nos frenó, pero ahora estamos retomando fuerzas. Estamos sumando voluntades y trabajando para que Río Grande tenga una selección femenina que nos represente como ciudad”.
El sueño de la selección riograndense no es nuevo, sino la continuación de un deseo que María Saldivia había expresado en vida. Para ella, el deporte era una herramienta de desarrollo personal y colectivo. Promover la participación de las más chicas era su anhelo, y Benito lo hizo realidad con el Torneo de las Niñas, una competencia que buscó dar espacio a las categorías formativas. “Era un deseo de María y lo cumplimos –cuentó-. Pudimos hacerlo un año, pero es un proyecto que queremos retomar. Las más chiquitas son el futuro de este deporte”.
María Saldivia, la madre del fútbol femenino
Hablar de María Saldivia es hablar de la génesis del fútbol femenino en Tierra del Fuego. Su figura trascendió lo deportivo: fue referente, organizadora, consejera y amiga. Su mirada de futuro permitió que cientos de mujeres encontraran en el fútbol un espacio de libertad y de construcción colectiva.
Benito la recuerda con cariño y respeto: “Ella fue la madre de todo esto. Su trabajo fue enorme. Y aunque ya no está, su presencia es constante. Todo lo que hacemos tiene su impronta. Cada torneo, cada partido, cada premiación lleva algo de ella”.
En las paredes del gimnasio y en los corazones de quienes formaron parte de aquella primera etapa, María sigue viva. Su ausencia física no impidió que su espíritu continuara guiando la tarea institucional. De hecho, tras su partida, la Asociación encontró una motivación renovada para seguir creciendo. La continuidad, la organización y la expansión del fútbol femenino fueron su mejor homenaje.
La continuidad de un sueño colectivo
El balance del año es, según Barrionuevo, “altamente positivo”. El crecimiento no solo se mide en cantidad de equipos, sino en calidad humana y deportiva. Nuevas jugadoras, nuevas familias, nuevas ilusiones forman parte de un entramado que se consolida año a año.
La labor de la Asociación es reconocida por su compromiso con los valores del deporte: respeto, integración, esfuerzo y gratitud. La participación de los organismos públicos, como la Secretaría de Deportes de la Provincia y la Municipalidad de Río Grande, ha sido fundamental para sostener las actividades, los espacios y la logística de cada torneo. “Estamos agradecidos -afirma Benito-. Contar con el apoyo de las instituciones nos permite seguir creciendo. Y ver la tribuna llena, a las familias acompañando, es la mayor recompensa”.
Un homenaje que se renueva cada fin de semana
Cada sábado o domingo, cuando el reloj marca el inicio de una nueva fecha del torneo, hay algo más que fútbol en juego. Está la historia de una mujer que creyó en lo imposible, el esfuerzo de quienes tomaron su bandera y el presente de una comunidad que supo transformar el deporte en un símbolo de unión.
El sonido del silbato marca el inicio del partido, pero también la continuidad de un legado. Las jugadoras corren, celebran, se abrazan. Algunas de las más jóvenes quizás no conocieron a María, pero sin saberlo, le rinden homenaje en cada pase, en cada gol, en cada gesto de compañerismo.
El fútbol femenino de Río Grande no solo crece: emociona, enseña y construye. Es el reflejo de una comunidad que aprendió que la historia se escribe con constancia y con amor. Y en esa historia, el nombre de María Saldivia ocupa un lugar eterno.
Porque su huella no se borra. Porque su espíritu sigue vivo en cada pelota que rueda.
Porque, como dice Benito Barrionuevo, “el mayor triunfo que hemos tenido no está en una copa, sino en haber formado una gran familia que nunca va a olvidarla”.

