Tres vehículos, más de tres mil kilómetros y una pasión inquebrantable por Chevrolet unieron a entusiastas de todo el país en el 2º Encuentro Nacional en el Fin del Mundo que logró ser sueño sobre ruedas que tardó tres años en hacerse realidad.
Río Grande.- El rugido de los motores, el brillo de la chapa pulida y el espíritu aventurero de los apasionados por los autos clásicos volvieron a encenderse en el extremo sur del país. Desde Villa Constitución, en la provincia de Santa Fe, Sebastián Maggio, miembro del Chivo Club Constitución, emprendió junto a dos vehículos más un viaje que marcaría un antes y un después para el grupo: recorrer más de 3.200 kilómetros hasta Tierra del Fuego, atravesando rutas, vientos y paisajes que, durante tres años, solo habían existido como un plan cuidadosamente soñado.
“Lo veníamos organizando desde hace tres años -contó Maggio-, y siempre pasaba algo que lo demoraba. Este año, finalmente, se dio todo. Es un viaje que soñábamos hace tiempo y que, por suerte, pudimos concretar”, resume, aún emocionado por la experiencia de haber llegado a uno de los puntos más australes del planeta.
El 2º Encuentro Nacional de Chevrolet en el Fin del Mundo fue la meta de una travesía que combinó lo automovilístico con lo emocional. Para Sebastián y sus compañeros, no se trató solo de una exposición de vehículos: fue una oportunidad de unir generaciones, rescatar historias mecánicas familiares y fortalecer los lazos entre amantes del automovilismo argentino y chileno.
Desde Santa Fe a la Patagonia Argentina en un viaje de resistencia y camaradería
El convoy partió desde Villa Constitución con tres autos: tres representantes del norte santafesino que cargaban, además de equipaje, el orgullo de un club que respira Chevrolet en cada detalle. A lo largo del trayecto, se sumaron otros fanáticos provenientes de Buenos Aires y distintas provincias, conformando una auténtica caravana que atravesó pueblos, rutas interminables y los vientos eternos de la Patagonia.
“Venimos tres autos del norte de Santa Fe, y en el camino nos encontramos con gente de Buenos Aires. Cuando llegamos, vimos que había participantes de todo el país, y hasta de Chile. Fue increíble, una mezcla de gente, de historias, de autos únicos”, describió Maggio.
Durante el viaje, el grupo se enfrentó a las clásicas inclemencias patagónicas: fuertes ráfagas de viento, largos tramos de soledad en la ruta y hasta cortes temporales en el camino. “En Tres Cerros tuvimos que detenernos por unas horas por el viento, que era impresionante. Ahí entendimos realmente lo que es el viento patagónico. Pero todo fue parte de la experiencia, y valió la pena cada kilómetro”, recuerda entre risas.
El desafío del viento y la recompensa del sur
El clima fue un protagonista más en esta travesía. Los viajeros santafesinos tuvieron que adaptarse a condiciones cambiantes, pero la meta -llegar a Tierra del Fuego con sus Chevrolet intactos- nunca estuvo en duda. “Hicimos mil kilómetros por día, y en tres o cuatro días ya estábamos en la isla. Paramos en Piedrabuena, después en Río Gallegos, y de ahí cruzamos. Son más de tres mil doscientos kilómetros desde casa, pero cada tramo fue un logro”, comentó Maggio con orgullo.
El esfuerzo no fue menor. Cada vehículo fue preparado con meses de anticipación, revisando cada detalle mecánico y de carrocería. “Es un trabajo grande. Hay que ahorrar todo el año, organizarse y, sobre todo, tener ganas. Pero cuando uno ama esto, nada pesa”, explicó.
Encuentro nacional: un homenaje a la historia automovilística argentina
Ya en Tierra del Fuego, los integrantes del Chivo Club Constitución fueron recibidos con una calidez que superó todas sus expectativas. El evento reunió a fanáticos de todo el país, con una presencia destacada de participantes chilenos que llevaron sus propias joyas mecánicas, muchas de ellas con motores V8 y características poco vistas en el centro y norte de Argentina.
“Nos sorprendió ver tantos autos raros, modelos que no se ven seguido: Silverado, Chevy, Chevrolet 400, algunas camionetas antiguas y hasta una Sapo del 47. Los chilenos trajeron autos con mecánicas grandes, de esas que ya casi no se ven. Es impresionante cómo mantienen viva esa tradición”, relató Sebastián.
El Encuentro Nacional de Chevrolet en el Fin del Mundo se convirtió así en un espacio de intercambio cultural, técnico y afectivo. No solo se trató de exponer autos: fue un homenaje a la identidad automovilística del país, una celebración de la historia de los talleres familiares, del esfuerzo de restaurar un vehículo y de la pasión por mantener viva la memoria del automovilismo argentino.
El valor de restaurar también es rescatar la historia desde el taller
Más allá del evento, Sebastián Maggio hizo hincapié en un mensaje que atraviesa a todo amante de los autos clásicos: la importancia de restaurar, conservar y mostrar esos vehículos que marcaron una época. “Siempre digo que hay que animarse a restaurar. Hay autos guardados en galpones, cubiertos de polvo, que tienen una historia enorme detrás. Es lindo recuperarlos, devolverles vida y mostrarlos”, reflexionó.
Maggio recuerda que su amor por los Chevrolet nació en la infancia, en el taller familiar. “Mi viejo siempre se dedicó a esto. Yo nací entre herramientas, autos y motores. De chico ya tenía claro que los fierros me gustaban. Esto no es solo un hobby, es una forma de vida”, contó con orgullo.
Y ese espíritu, dice, es lo que lo impulsa a seguir viajando, a subir fotos, compartir experiencias y contagiar entusiasmo. “Mucha gente nos escribe cuando subimos fotos, no lo pueden creer. Nos dicen: ‘¿Hasta dónde llegaron?’. Y eso también motiva a otros a arrancar sus propios proyectos, a volver a poner en marcha esos autos que están guardados hace años”, comentó.
El esfuerzo detrás del viaje con tres años de planificación y una comunidad unida
El arribo del Chivo Club Constitución a Tierra del Fuego no fue improvisado. Detrás hubo meses de trabajo, coordinación y sacrificio económico. “Fue un viaje que demandó mucho. No es fácil hoy mover un auto clásico tres mil kilómetros, por costos y por logística. Pero lo hicimos entre amigos, con apoyo de nuestras familias y con la convicción de que teníamos que cumplir este sueño”, destacó Sebastián.
El grupo fue recibido por una comunidad automovilística local que supo valorar ese esfuerzo. En Río Grande, Tolhuin y Ushuaia, los visitantes participaron de exposiciones, almuerzos y encuentros con clubes locales. “Nos trataron de diez. La gente de Tierra del Fuego es increíble, muy hospitalaria. Nos sentimos como en casa”, resaltó Maggio.
Además, destacó el trabajo conjunto entre clubes argentinos y chilenos, que le dieron al evento un carácter binacional. “Fue muy lindo compartir con los hermanos chilenos, con quienes tenemos la misma pasión. Eso demuestra que el automovilismo clásico une fronteras”, afirmó.
El Chevrolet es un símbolo que trasciende generaciones
El evento también fue un tributo a la historia de la marca Chevrolet en Argentina. Desde las icónicas Chevy SS hasta las camionetas Silverado, pasando por los legendarios 400, cada modelo exhibido representó una parte de la evolución industrial y cultural del país.
“Chevrolet tiene una historia enorme en la Argentina. Muchos de nosotros crecimos viendo estos autos, viajando en ellos con nuestras familias. Por eso mantenerlos vivos es también rendir homenaje a nuestros viejos, a los talleres de barrio, a toda esa tradición mecánica que forma parte de nuestra identidad”, explicó Maggio.
En el evento se destacaron, además, modelos únicos en excelente estado de conservación, restaurados artesanalmente, muchos de ellos con piezas originales difíciles de conseguir. “Detrás de cada auto hay una historia de perseverancia. A veces se tardan años en dejarlo como uno quiere. Pero cuando lo ves brillar, todo el esfuerzo se justifica”, reflexionó.
El Fin del Mundo es una meta que se convierte en punto de partida
Después de recorrer más de tres mil kilómetros y cumplir el sueño de llegar a Tierra del Fuego, Sebastián Maggio aseguró que esta no será la última aventura. “Ojalá podamos volver. Este viaje nos marcó. Fue largo, desafiante, pero inolvidable. Nos llevamos recuerdos, amigos y la satisfacción de haberlo logrado”, expresó con una sonrisa.
Antes de emprender el regreso, el grupo participó en el cierre del evento en Ushuaia, donde los autos clásicos desfilaron frente a una multitud que celebró su llegada. “Ver a las familias sacándose fotos, a los chicos asombrados mirando los autos, eso paga todo el esfuerzo. Es algo que no tiene precio”, afirmó.
Una pasión que une provincias y personas
El viaje del Chivo Club Constitución es mucho más que una anécdota automovilística: es la representación de una pasión colectiva que une generaciones, provincias y países. La historia de Sebastián Maggio y sus compañeros es un reflejo de cómo la dedicación, la amistad y el amor por los autos pueden transformar un sueño en una experiencia inolvidable.
“Solo puedo agradecer. A la organización, a los clubes que nos recibieron, a la gente que se acercó, a nuestras familias por el apoyo. Todo fue perfecto. Tierra del Fuego es un lugar que nos va a quedar grabado para siempre”, concluyó emocionado Sebastián, mientras el sol se refleja en el capot de su Chevrolet, lista para emprender el camino de regreso.
Una travesía de más de 3.200 kilómetros, tres años de preparación y una pasión sin fronteras.
Así fue el viaje del Chivo Club Constitución: un homenaje rodante a la historia de Chevrolet y a los valores que siguen moviendo a quienes aman los autos, la ruta y el espíritu de aventura.
Por su parte, Sebastián Zeballos, integrante del Chivo Club Río Grande, se mostró sumamente satisfecho con el éxito del 2° Encuentro Nacional de Chevrolet en el Fin del Mundo, un evento que reunió a más de cuarenta vehículos clásicos y restaurados provenientes de distintos puntos del país. La exposición, realizada en el parque de los 100 años de Río Grande, se transformó en una verdadera celebración de la cultura automovilística argentina y del fanatismo por la marca del moño dorado.
Un punto de encuentro que trasciende la geografía
“Vinieron varios autos, algunos no pudieron llegar por cuestiones de trabajo o porque estaban reparando sus vehículos, pero estamos contentos por cómo salió todo”, explicó Zeballos, mientras el sol se reflejaba sobre los parabrisas impecables de las Chevy, Apache y Silverado. Para muchos de los visitantes, fue su primera vez en Tierra del Fuego, y el cruce en balsa hacia la isla fue una experiencia inolvidable.
Sebastián remarcó que este tipo de encuentros tienen un valor que va más allá del automovilismo: “Muchos no conocían la Patagonia ni sabían que para llegar a Tierra del Fuego tenían que cruzar por mar. Esas historias, esas emociones que generó este viaje, son lo que nosotros queríamos mostrar: nuestra provincia, nuestro lugar en el mundo”.
La exposición fue pasión, historia y camaradería
Durante la jornada, el parque se convirtió en un verdadero museo al aire libre. Los motores de los Chevrolet -algunos restaurados al detalle y otros conservando su espíritu original- fueron los protagonistas de una muestra donde el amor por la mecánica se mezcló con la nostalgia y la identidad.
Zeballos observaba con orgullo a los fanáticos que, paño en mano, lustraban cada centímetro de sus vehículos: “Muchos son fanáticos de verdad. Les gusta compartir, hablar de autos, comparar motores y contar anécdotas. Cada vehículo tiene su historia, y eso es lo que más nos apasiona”.
Un recorrido que une ciudades y corazones
El Encuentro Nacional de Chevrolet no se limitó solo a Río Grande. La caravana de vehículos siguió su recorrido por Tolhuin, donde se organizó un almuerzo comunitario, y culminó en Ushuaia, con una exposición estática y una cena de camaradería.
“Queremos que esta actividad se consolide como una tradición fueguina. Cada vez que llegan nuevos amigos de distintos puntos del país, sentimos que nuestra provincia se abre al mundo”, comentó Zeballos.
El recorrido, de más de 3.000 kilómetros para algunos participantes, fue una verdadera travesía que unió el norte y el sur del país a través de la pasión por los clásicos de Chevrolet.
Logística, esfuerzo y una gran familia detrás
El integrante del Chivo Club reconoció el esfuerzo que implica organizar una actividad de esta magnitud: “Es una movida compleja, con mucha logística. Hay que coordinar hospedajes, permisos, traslados, exposiciones. Pero todo vale la pena cuando ves a la gente disfrutar, cuando se acercan familias completas a mirar los autos y a sacarse fotos”.
Zeballos subrayó además el apoyo de los municipios de Río Grande, Tolhuin y Ushuaia, así como de empresas locales que colaboraron con insumos y obsequios para los expositores. “Nos dieron una gran mano, nos prestaron espacios, nos facilitaron materiales. También hay que agradecer a nuestras familias, que nos bancan esta locura. Sin ellas, nada de esto sería posible”, enfatizó.
Más que autos, este evento fue con compromiso solidario y comunitario
Además de ser un evento automovilístico, el Chivo Club Río Grande mantiene una marcada vocación social. Zeballos adelantó que antes de fin de año planean una nueva jornada solidaria, abierta a todas las marcas, con fines benéficos.
“Tenemos la idea de hacer algo para Navidad, una juntada multimarca con fines solidarios, como ya hicimos otras veces. Siempre tratamos de colaborar con los comedores y con la gente que más lo necesita. El club no solo se trata de autos: es también una forma de devolver algo a la comunidad”, expresó.
Una pasión que no se detiene
Mientras el viento patagónico recorría el predio y los visitantes seguían admirando los vehículos, Zeballos destacó que el verdadero valor del encuentro está en las personas: “Esto no se trata solo de autos, sino de compartir, de conocerse, de hacer amigos. Cada edición deja nuevas historias y nuevas amistades. Y eso, en definitiva, es lo que nos motiva a seguir”.
El 2° Encuentro Nacional de Chevrolet en el Fin del Mundo cerró con un ambiente de camaradería, orgullo y emoción. Entre motores rugiendo y el brillo del cromo reflejando el cielo austral, quedó en claro que esta pasión no conoce distancias: solo caminos por recorrer.

