La universidad fueguina implementó un sistema de cardioprotección en todas sus sedes y avanza en innovaciones de eficiencia energética y reciclado de agua, mientras enfrenta un proceso de desfinanciación estructural. Emilio Izarra, secretario de Tecnología e Infraestructura, analizó el rumbo de la institución, la necesidad de generar recursos propios y el rol de la educación pública en un contexto de ajuste.
Río Grande.- La Universidad Nacional de Tierra del Fuego (UNTDF) atraviesa un proceso de modernización institucional que busca sostener estándares de calidad y seguridad propios de una universidad de punta, incluso en un escenario de recursos cada vez más escasos.
En diálogo con FM del Pueblo, el secretario de Tecnología e Infraestructura, Emilio Izarra, trazó un panorama amplio sobre la infraestructura, los nuevos sistemas de seguridad, las políticas de eficiencia energética y las estrategias para afrontar la crisis presupuestaria que afecta al sistema universitario nacional.
“Los edificios universitarios reciben entre 700 y 1.000 personas por día, y mantenerlos requiere compromiso, planificación e ingeniería. No se trata solo de colocar un aparato, sino de consolidar una madurez organizacional que entienda cómo usarlo”, señaló Izarra al referirse a la reciente instalación de desfibriladores en todas las sedes de la UNTDF, cuatro en Ushuaia y una en Río Grande, que convierten a la institución en un espacio “cardioprotegido”.
Estos dispositivos, explicó, no solo atienden a la seguridad del personal docente, estudiantes y no docentes, sino que también están a disposición de la comunidad. Están registrados en los sistemas de Defensa Civil, por lo que pueden ser utilizados ante emergencias en el radio cercano de las sedes. “No es un detalle menor: la universidad también devuelve a la sociedad parte de su capacidad instalada, incluso en materia de salud y prevención”, apuntó el funcionario.
Infraestructura con sentido público y ambiental
Izarra destacó que la actual gestión —encabezada por el rector Mariano Armida y el vicerrector Juan Ignacio García— definió como prioridad la seguridad edilicia, la sustentabilidad y la eficiencia energética. A partir de una matriz de riesgo institucional, la Secretaría fue implementando un plan integral que incluye el reemplazo de tableros eléctricos, la normalización de sistemas de calefacción y medidas de ahorro energético y de agua.
Uno de los hitos técnicos más relevantes es la instalación de un sistema de reciclaje de aguas grises en los baños de la sede Yoshen, diseñado por ingenieros de la propia universidad, que permite ahorrar unos 4.000 litros de agua potable por día.
“Es un desarrollo propio, hecho por nuestros técnicos, y se convirtió en un ejemplo a nivel nacional. Incluso capacitamos a otras universidades para replicarlo”, explicó Izarra.
Este modelo no solo refleja la capacidad tecnológica interna de la UNTDF, sino también un cambio de paradigma en el uso de los recursos públicos. “Estamos poniendo otra impronta: el manejo responsable y transparente del dinero público, traducido en calidad y servicio hacia la comunidad”, subrayó.
Vinculación con el territorio y generación de recursos
Uno de los ejes estratégicos de la actual conducción universitaria es la vinculación territorial. Izarra destacó la decisión de fortalecer las relaciones con los municipios y con el sector productivo para promover la transferencia tecnológica y la colaboración en proyectos aplicados.
“La universidad no puede encerrarse en sí misma. Tiene que generar sinergias con los gobiernos locales y con la industria, siempre en función de mejorar el desarrollo de la comunidad fueguina”, remarcó.
En ese sentido, el funcionario no eludió una de las discusiones más sensibles: el financiamiento. Reconoció que la UNTDF atraviesa una situación compleja debido a la reducción sistemática de fondos nacionales, lo que calificó como un “proceso de desfinanciación sistémica”.
“Los recursos que manda Nación no alcanzan para cubrir las necesidades básicas de operación. Los costos crecen y los fondos son cada vez menores. Por eso, la universidad necesita empezar a generar recursos propios”, explicó.
Sin embargo, aclaró que esta estrategia no implica avanzar hacia la arancelización del servicio educativo, como algunos rumores habían sugerido:
“No hay ningún plan ni en el Consejo Interuniversitario Nacional ni en la UNTDF para cobrar por la educación. Lo que sí buscamos es vincularnos con el mercado y la industria para obtener ingresos complementarios, sin alterar la gratuidad del sistema público”.
El conocimiento como bien público
Izarra también reflexionó sobre la posibilidad de crear mecanismos de colaboración social, como donaciones ciudadanas o aportes privados, aunque advirtió que el sistema universitario requiere procesos formales y de control patrimonial.
“Nada es tan fácil como suena. Una donación debe ser aprobada por el Consejo Superior y luego inventariada. Todo debe gestionarse dentro de un marco de responsabilidad institucional”, explicó.
Con un perfil más técnico que político, Izarra defendió la visión de que la universidad pública sigue siendo un espacio de pensamiento crítico y de transformación social. “La universidad cambia la vida de la comunidad universitaria, y eso se traduce en un beneficio colectivo. Es un espacio de reflexión que busca siempre el bienestar de las personas”, sostuvo.
Análisis: entre la resiliencia institucional y el riesgo del ajuste
La experiencia de la UNTDF, con proyectos innovadores pese al ajuste, expone un doble escenario: por un lado, la capacidad de autogestión y creatividad de las universidades públicas; por el otro, los límites estructurales de un modelo que enfrenta una retracción presupuestaria sin precedentes.
El esfuerzo por sostener políticas de seguridad, tecnología y sustentabilidad en un contexto adverso muestra que la universidad fueguina intenta sostener una autonomía real, no solo académica, sino también operativa.
En tiempos donde la educación pública vuelve a ser eje de debate político, la UNTDF se posiciona como un ejemplo de resistencia institucional inteligente, apostando a la innovación, la transparencia y la vinculación con la comunidad.
“El conocimiento es un activo de la nación”, sintetizó Izarra. Una frase que, más que una definición técnica, suena hoy como una declaración de principios.

