Elevan a juicio el caso de un suboficial de la Armada

El Tribunal de Enjuiciamiento de la capital fueguina dispuso que juzgará al suboficial Reinaldo Cardozo, de 55 años, el próximo 29 de junio, después de un proceso en el que la víctima, una mujer de 32 años (tenía 25 al momento de los hechos) perdió el empleo, la casa, la cobertura social y debió someterse a un tratamiento psiquiátrico y psicológico para superar lo sucedido.

Ushuaia.- ‘Lucía’, como pidió que se la identifique para resguardar su verdadero nombre, asegura que batalló durante siete años hasta lograr que la justicia procesara a Cardozo por los delitos de “abuso sexual simple en concurso ideal con abuso sexual agravado con acceso carnal y por pertenecer el imputado a una fuerza de seguridad, los que concurren idealmente con el delitos de amenazas coactivas y mediando violencia de género”, según el expediente judicial.

“Ingresé a la Armada en 2011 porque ser militar era un sueño y un anhelo. Yo veía los uniformes y sentía orgullo. Creía que podía servir a la Patria. Hice el curso en Puerto Belgrano (cerca de Bahía Blanca) y volví a Ushuaia. Mi primera función fue de camarera dentro de la casa de suboficiales. Les servía la comida. Eran todos hombres”, contó la mujer que sigue viviendo en Ushuaia junto a su hijo de 17 años.

‘Lucía’ narró que Cardozo era su jefe directo en 2013 cuando le dieron el pase a Tierra del Fuego, casi la doblaba en edad, estaba casado y tenía hijos.

“Desde que llegó, empezó con insinuaciones, con preguntas sobre mi vida personal. Yo trataba de eludirlo pero después comenzó a hacerme propuestas y a acosarme directamente. A mitad de ese año me hizo entrar a un depósito para sacar unas copas. Abrí con la llave, él me siguió, cerró la puerta y ahí tuvo lugar el hecho principal que está denunciado en la causa y que se demostró en el procesamiento”, recuerda la ex marinera sobre la violación.

La mujer comenzó denunciando los hechos ante el superior del suboficial, un militar con el grado de teniente quien de inmediato le hizo sentir cómo sería la situación.

“Tu palabra contra la de él no tiene valor. Además la Armada te está dando trabajo, una casa, una obra social y la atención para tu hijo (que estaba siendo tratado por una enfermedad en Buenos Aires). No te conviene hacer nada”, le advirtió.

Como la marinera insistía, comenzaron las “amenazas y persecuciones”: su propio abusador le bajó todos los conceptos de su legajo personal, por lo que al poco tiempo fue despedida como militar y reincorporada como personal civil.

En 2014, Cardozo fue trasladado a otro destino pero al año siguiente regresó a Ushuaia y comenzó a acosarla otra vez, con lo que, sin más opciones, la joven decidió hacer la denuncia ante la justicia.

Primero intervino la Justicia Federal, que se declaró incompetente, y después un juez provincial que no halló pruebas contra el acusado, quien fue beneficiado con dos “faltas de mérito”, hasta que el expediente quedó “en reserva” por falta de nuevas evidencias.
‘Lucía’ cambió de abogado y logró que la Cámara de Apelaciones apartara al juez y designara a una jueza, María Cristina Barrionuevo, que le dio un nuevo enfoque a la investigación.

“La causa pasó de tener unas pocas fojas a nueve cuerpos. Me hicieron una batería de pericias psicológicas y psiquiátricas. No muchos testigos, pero algunos se animaron a declarar. Se realizaron cruces de llamadas telefónicas. Fue una investigación increíble entre la jueza y el fiscal Eduardo Urquiza”, explicó la mujer.

También remarcó que en la Armada “nunca” la escucharon y la “maltrataron”, y que encontró ayuda en la Dirección de Atención Temprana de la justicia provincial y en la Dirección de Políticas de Género del ministerio de Defensa.

“La elevación a juicio de este caso va a marcar un precedente. Espero que muchas mujeres dentro de instituciones militares se animen a denunciar. Yo sé lo que se siente luchar contra un sistema y sentirse atada de pies y manos, pero romper las cadenas del silencio, hablar y pedir ayuda es liberador”, afirmó.
‘Lucía’ tiene actualmente otro empleo y dice sentirse liberada, aunque admite que cuando ve un uniforme militar, todavía se angustia.

“No puedo evitarlo. Siento pánico. De hecho junté toda mi propia ropa militar, mi uniforme diario y el de gala, mis gorras. Junté todo y lo tiré a la basura. Fue una forma de ir cerrando esa etapa”, concluyó.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.