“Una maratón de fe, esfuerzo y amor por los chicos del CAAD”

El legislador y deportista fueguino Federico Sciurano completó la ultramaratón solidaria de 230 kilómetros “Una causa que nos une 4”, uniendo los tres CAAD de la provincia en una semana de esfuerzo físico extremo, emoción familiar y compromiso social que movilizó a toda Tierra del Fuego. “Fue muy duro, pero valió la pena. Ver las caras de los chicos y los docentes del CAAD me hizo sentir que todo el sacrificio tuvo sentido”, expresó.

Ushuaia.- Durante siete días, desde el domingo 12 hasta el sábado 18 de octubre, el legislador y deportista Federico Sciurano volvió a protagonizar una hazaña que ya es parte de la identidad fueguina: la ultramaratón solidaria “Una causa que nos une 4”, una travesía de 230 kilómetros a lo largo de la ruta 3, uniendo los CAAD de Río Grande, Tolhuin y Ushuaia.

Esta nueva edición tuvo una marca imborrable: la recaudación de 765 millones de pesos destinados a fortalecer el trabajo de las instituciones que acompañan a las personas con discapacidad en toda la provincia.

“Fue muy duro, pero valió la pena. Ver las caras de los chicos y los docentes del CAAD me hizo sentir que todo el sacrificio tuvo sentido”, expresó Sciurano en diálogo con FM Espectáculo, todavía con el cuerpo agotado y la voz cargada de emoción.

 

La ruta del esfuerzo

 

El desafío, que demandó siete días de carrera ininterrumpida, implicó recorrer largas distancias diarias enfrentando condiciones climáticas extremas, tramos de viento de frente, lluvia y el exigente cruce de la cordillera del Garibaldi, uno de los momentos más duros del trayecto.

“Fue deportivamente muy duro, porque hace un mes tuve una lesión, una periostitis, y llegué sin la preparación ideal. Sabía que iba a sufrir, y así fue: la pasé mal desde el primer día. Pero la cabeza empujó más que el cuerpo”, reconoció.

Sciurano recordó especialmente el tramo en el que, a pesar del dolor y el cansancio, decidió seguir corriendo hasta el Cerro Castor, debido a que  “quería llegar, necesitaba esa tranquilidad mental. Es un lugar que conozco mucho, donde entrené, donde está mi familia. Ese día fue el punto de quiebre. Cuando llegué al cerro, supe que iba a lograrlo”.

 

La familia como motor

 

En esta edición, la presencia de su familia fue un elemento central. Sus hijos, que lo acompañaron en distintos tramos del recorrido, fueron parte del impulso emocional que lo sostuvo.

“Mis hijos ya son grandes y poder compartirlo con ellos fue único. Ver a mi hija Luz corriendo a mi lado, tan llena de energía, fue una emoción enorme”, contó. Incluso, recordó entre risas la sorpresa nocturna de su hija Vicky en Villa Marina: “Apareció de la nada en la oscuridad. Pensé que estaba alucinando del cansancio”.

La llegada a Ushuaia fue el cierre perfecto porque una multitud lo esperó en las calles y frente al CAAD, donde fue recibido con aplausos, bocinazos y abrazos.

“Ver esa gente, escuchar los gritos, entrar corriendo con mis hijos y mi hermano fue indescriptible”, dijo Sciurano.

La emoción se multiplicó cuando se conoció el monto recaudado: 765 millones de pesos. “Ahí sentí que todo fue perfecto. Agradezco a Dios por haberme permitido cumplir con esta cruzada”, expresó.

 

El dolor, la disciplina y la voluntad

 

La travesía no fue sólo un acto simbólico, dado que “cada jornada fue una prueba de resistencia física”.

Las sesiones diarias de recuperación, con baños de hielo y masajes del kinesiólogo Ramiro “Tato” Estato, fueron claves para mantenerlo en carrera.

“Me dolía todo. A veces no podía caminar, tenían que ayudarme a subir o bajar las escaleras. Pero al día siguiente había que volver a correr. Tato fue un genio, me reacomodaba el cuerpo todos los días para seguir”, relató.

Durante los momentos más difíciles, el ex intendente de Ushuaia se aferró a su método: “Corro kilómetro por kilómetro, no pienso en lo que falta, sino en el que tengo adelante, así avanzo”, explicó. Y entre risas reconoció que, aunque la música de Rocky fue su compañía, hubo momentos en los que “ni eso funcionaba”.

 

Más que una carrera

 

Sciurano insistió en que esta travesía fue mucho más que una proeza deportiva. “No es un tipo que corre solo. Esto fue un trabajo de todos. La intención era poner en escena al CAAD, no a mí”, afirmó.

Asimismo, destacó la respuesta social señalando que “la gente se enganchó, participó, y eso demuestra que como sociedad todavía tenemos una enorme capacidad de empatía y compromiso”.

El legislador valoró el “acompañamiento de empresas, voluntarios y medios de comunicación que hicieron posible la logística y la difusión del evento, si no es entre todos, estas cosas no pasan”, subrayó.

 

Un legado y una promesa

 

Doce años después de su última ultramaratón, la de 2014, que unió ida y vuelta Río Grande y Ushuaia, Sciurano asegura que no planea repetir una experiencia así, debido a que “esta fue especial, nació del amor y la admiración que siento por el CAAD. No lo hice por otra razón”.

Sin embargo, dejó abierta una puerta al sostener que “uno nunca sabe lo que puede pasar, hoy sólo pienso en recuperarme, pero la vida siempre sorprende”.

Con su tradicional campera roja y gorra, las mismas de hace doce años, Sciurano volvió a poner el cuerpo y el alma en movimiento, demostrando que el deporte puede ser un puente entre la voluntad individual y la solidaridad colectiva.

“Esto valió la pena porque fue por una causa que nos une”, resumió.

Y con esa frase, selló una travesía que ya forma parte de la historia reciente de Tierra del Fuego.

 

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